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LOS POZOS DE LA NIEVE
Fueron construidos con fines terapéuticos, para conservar alimentos y medicinas, enfriar bebidas o elaborar helados… Su consumo llegó a ser tan popular que se convirtió en un artículo de primera necesidad y objeto de fiscalidad por parte de la hacienda real. Gracias a ellos y a pesar de carecer de frigoríficos en la época, podían conservar alimentos y tomar bebidas frescas, hasta helados, gracias al trabajo que muchas personas desempeñaron en estas construcciones tan peculiares. A finales del siglo XVI comenzaron a construirse en Sierra Espuña los primeros pozos para almacenar nieve y ser distribuida en forma de hielo en hospitales, ciudades y villas del Reino de Murcia.
La cúpula actuaba a modo de cámara de aire para mantener la temperatura. El motivo de construir aquí los pozos de la nieve, era por la altitud (1.400m) y las frecuentes nevadas por aquel entonces, la menor insolación reinante en esta umbría y la pendiente del terreno, necesaria para evacuar de los pozos el agua del deshielo, favorecían que aquí, la nieve tardase más tiempo en derretirse. Los primeros jornaleros llegaban a la sierra al empezar el otoño para limpiar los pozos y recoger leña para las cabañas de los alrededores donde se alojaban durante el invierno. Con las primeras nieves multitud de braceros acudían a la sierra, procedentes de Alhama, Totana, Aledo, Pliego y Mula. Se organizaban en cuadrillas para la recogida de nieve, transporte hasta el pozo donde allí se extendía y compactaba con mazos. En cada pozo trabajaban hasta nueve personas las cuales se alternaban en los trabajos
La campaña llegaba a su fin cuando la nieve se derretía o los pozos habían sido llenados y entonces los trabajadores regresaban a sus lugares de origen.
Con la llegada del calor en el mes de mayo, comenzaba la segunda etapa en la industria de la nieve que consistía en la extracción del hielo de los pozos y su posterior transporte hasta los lugares donde se comercializaba. El transporte del hielo a lomos de acémilas hasta los centros de consumo era una auténtica epopeya nocturna por viejas sendas arrieras. Debido al calor diurno el transporte se realizaba al atardecer y durante la noche, llegando las pérdidas de hielo hasta el cincuenta por ciento del peso durante el transporte. En septiembre terminaban las labores de transporte y distribución, quedando en espera de bien entrado el otoño para comenzar de nuevo el ciclo. Donde más hielo se consumía era en la ciudad de Murcia. En 1794 se vendieron en ella 450 mil kilos de hielo.
En el espacio de unos ciento veinte años llegaron a construirse casi la totalidad de estas “neveras” que hoy conocemos –25, una de las mayores concentraciones en su género del Mediterráneo– que podían almacenar hasta 25.000 toneladas de hielo pero ante la llegada del frío industrial comenzó su declive y finalmente cesó su actividad.Texto: España Turística